La Asociación de Productores de Miel de Palmera de La Gomera advierte de los crecientes perjuicios que sufren por los furtivos, que acaparan casi el 40% del mercado en una clara competencia desleal.
La crisis está teniendo infinidad de consecuencias, la inmensa mayoría negativas. Muchos subsectores se han visto afectados en los últimos cinco años por un fenómeno que siempre ha existido, pero que ahora se ha acentuado en una espiral imprevisible:la competencia desleal de furtivos que rompen el mercado sin contribuir a Hacienda y sin cumplir requisitos sanitarios y otros registros. Ocurre, por ejemplo, con la pesca y también se está dando con actividades mucho más minoritarias, peculiares y simbólicas, como la producción de miel de palma en La Gomera.
Mucha gente comprende y justifica esta "búsqueda de garbanzos" a la desesperada, pero otros advierten de que la permisividad puede acabar con empleos reales o, por lo menos, impedir que se creen nuevos. Es el caso de la Asociación de Productores de Miel de Palma de La Gomera, que muestra a EL DÍA su creciente preocupación por la existencia, cada vez mayor, de personas que se dedican a explotar palmeras de la Isla para extraer el delicioso producto desde la clandestinidad y acaparando un 40% del mercado (tiendas, restaurantes, venta en el exterior...), según los cálculos de la entidad, que aglutina a 6 empresas y a más de 30 trabajadores.
La asociación censura, sobre todo, la falta de control por parte de las autoridades y que se prefiera mirar para otro lado. Según señala, tienen conocimiento de que, por lo menos en Alojera, Vallehermoso y Tamargada, hay una quincena de furtivos. Los productores aceptan sin problemas que, como ha sido siempre tradición, las familias exploten palmeras de su propiedad o cedidas para consumo interno, pero no que haya personas que compiten de forma desleal llevando hasta 60 árboles.
En este sentido, recuerdan que ellos pagan unos 70 euros anuales por explotar cada una de las 180 palmeras que, aproximadamente, utilizan para su trabajo. La situación está impidiendo, según subrayan que la actividad crezca desde la legalidad y que se pueda ofrecer nuevos empleos. Según lamentan, ninguna administración está tomando medidas y ellos no acuden a la justicia o lo denuncian ante las fuerzas del orden por temor a represalias, "pues aquí nos conocemos todos". Esta situación se agrava, además, con las consecuencias del último incendio, ya que hay que esperar por muchas palmeras durante 4 años para poder explotarlas.
Para la producción, las palmeras comienzan a prepararse en diciembre y enero. Se limpia la zona de acceso a sus cúpulas y se sube a diario, desde las tres de la tarde, mediante escaleras o barras metálicas ancladas en el tronco.
En la selección, influye mucho la accesibilidad y si el árbol ha recibido y recibirá suficiente agua, aparte del beneplácito de un perito medioambiental. Suelen ubicarse en los fondos de barrancos y en laderas, lo que dificulta mucho la labor. Se eliminan las hojas centrales hasta dejar el centro a la vista y es cuando se coloca una caña cortada longitudinalmente a modo de canaleta para el sangrado del guarapo, que es recogido en un cubo higienizado que se ha elevado con una cuerda.
Al día siguiente, sobre las cinco de la mañana, se baja el cubo de y se recolecta el guarapo.
Luego, el guarapo se lleva hasta la fábrica para que, mediante un procesado realizado a través de calor, se transforma en miel de palma. Antiguamente se hacía con leña, si bien hoy se utilizan otros combustibles. De cada 8 litros de guarapo, se obtiene uno de miel de palma. Esta asociación produce entre 30.000 y 40.000 litros al año.
Un arduo y complicado proceso. La obtención del guarapo no es una tarea sencilla, sobre todo porque las palmeras se ubican en fondos de barrancos y en laderas, en muchos casos, de difícil acceso. Los pasos necesarios se detallan en las siguientes imágenes.
Fuente: Eldia.es / Álvaro Morales
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