Phoenix canariensis posee una gran amplitud ecológica que le permite vivir en condiciones ambientales muy diferentes. Hoy crece de manera natural en todas las islas, formando poblaciones aisladas, más o menos densas según la localidad.Habita tanto en las tierras fértiles del Norte como en las áridas del Sur, siempre que sus raíces alcancen un barranquillo o una rambla de los que puedan sustraer algo de agua.
La palmera es clasificada como freatófito por su extraordinaria capacidad de depender de las aguas subterráneas y soportar el encharcamiento temporal de sus raíces. Prefiere las “medianías bajas”, entre los 200 y los 400 m de altitud pero ocasionalmente puede bajar por los barrancos hasta cerca del mar, dejando el paso a los tarajales sólo en los tramos finales más salinos. También sube hacia las cumbres por los valles térmicos desafiando las heladas, como es el caso de la población de Arure, en La Gomera que alcanza los 1.000 m de altitud.A lo largo del siglo pasado, la palmera canaria se ha plantado en todo el planeta como árbol ornamental. Hoy se está asilvestrando en varios países y si bien nunca ha llegado a convertirse en plaga problemática, se ha reproducido espontáneamente en muchísimas localidades en el Mediterráneo, en California, en Nueva Zelanda, en Buenos Aires e incluso dentro de los trópicos, en el bosque de nieblas de la Isla Margarita en Venezuela.
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